A la playa de Levante II: Altea







Pues como veo que os mola esto de las playas, os voy a recomendar una; una playa de esas que todavía no está siempre llena de turistas y niños jugando a las paletas, una playa de piedra, sí, pero que ha conservado todo su encanto, y en un pueblo encantador. Y esta joya está escondida en el Levante español. Es Altea.
Al contrario que Calpe o Benidorm, Altea ha mantenido sus playas de piedra, lo que ha sido un gran acierto para todos aquellos que quieren disfrutar de olas sin masificación. Las olas son tremendas y además me encantó el arroz negro que comí en uno de los restaurantes junto al puerto. Por cierto que, hablando del puerto, no os perdáis el amarre y descarga de pesqueros desde las cinco de la tarde.
Pero Altea también tiene el encanto de uno de los pueblos más bonitos y bohemios de la zona. Yo os recomiendo callejear por el casco antiguo de Altea, tan lleno de paredes encaladas, jazmines y geráneos. Por sus empinadas calles, se disfruta a un tiempo de la artesanía local -todo menos muñequitas de mi talla, me cachis...- y de maravillosos miradores al mar, desde los que se llega a ver la bahía de Benidorm. Yo os recomiendo el mirador que hay junto a la plaza de la iglesia, plaza, por cierto, maravillosa y plagada de restaurantes. Porque si bonita es la iglesia, más lo son quizás las casitas de su alrededor...






Y a la hora de comer, me gustó más el arroz negro que la paella mixta, que disfruté en un garito junto al puerto y la playa. No veáis cómo se puso mi barriguita de madera...

Chinchón


Bueno, pues empieza el curso y mis papis me han apuntado al cole. Pero no le contéis a nadie que aprovechando que los tiitos Meri y Justo se fueron a Chinchón, me fui con ellos. Como se enteren papá y mamá...
Lo más característico de esta localidad madrileña es su plaza Mayor ovalada que, según presumen los del pueblo, es de las más bonitas de España. El lugar también tiene fama de ser de buen comer. Así que os recomiendo que hagáis como yo: un recorrido por las callejas en cuesta del lugar para hacer hambre antes de mediodía, y si podéis ved la parroquia por dentro.
La plaza mayor ovalada tiene unos balcones característicos, soportales y galerías de madera pintadas. Está repleta de mesones, unos mejores, y otros peores. En ocasiones, como veis en las fotos, se utiliza como plaza de toros. Y los niños más grandes que yo –de tamaño, que no de corazón o simpatía- pueden dar un paseito en unos pobres podencos atados y cabizbajos, yo diría que aburridos de hacer siempre el mismo recorrido, como Conan en la rueda de la vida.
Pero dejemos a un lado la filosofía lírica y vayamos a lo que más le importa a mi mamá: las compras. Paseando por los soportales de la plaza se pueden descubrir los productos típicos de la zona, como el ajo, vino, bollería o aguardiente. También hay piezas de artesanía. A mí me encantó la fuente, qué queréis que os diga.
El Parador es un antiguo monasterio de los Agustinos del siglo XV que tampoco me llamó mucho la atención. Pero ya puestos, a ver todo el pueblo, que se hace en un ratito. Otros monumentos de interés son la casa de la Cadena, lugar en el que durmió Felipe V durante la guerra de Sucesión; el Teatro de Lope de Vega y la Torre del Reloj que perteneció a la antigua iglesia que se incendio en 1809.
Y al lado de estos, se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Destaca el retablo mayor de la Asunción, pintado por Goya. Al parecer, el aragonés tenía un hermano que era cura en Chinchón, y le pidió que pintara el cuadro. Pero como don Francisco era ateo –desde que volví de Tierra Santa, creo que voy entendiendo lo que es eso- le dio por pintar a una virgen María bastante sexi, rodeada de angelitos un tanto mayorcitos. Por cierto, que para ver el cuadro, hay que ir un rato antes de misa.
En la otra punta del pueblo, el convento de Santa Clara en cuya iglesia se conserva un cuadro de Lucas Jordan. Yo no pude verlo por dentro, pero sí aproveché para comprar rosquillas, mantecados y pastas de aceite.
Cerca está el castillo de los Condes, del siglo XV. Es de propiedad privada y no se puede visitar. Por cierto, que dirección a Titulcia y su Cueva de la Luna, hay otro castillo, el de Casasola.




Chinchón es famoso por su comida. Destacan sus asados de cordero y cochinillo, los platos con judías, el chorizo asado y la sopa castellana, en restaurantes de mucha clase, como las Cuevas del Vino. Pero si lo que queréis es comer barato en Chinchón, os recomiendo el mesón del Arriero, en plena plaza. Estaba todo delicioso y el trato fue exquisito.