Suiza VII: Lucerna

Cada vez que recorro Lucerna, recuerdo por qué estoy enamorado de Suiza. Lucerna es una de las ciudades más bellas que yo he conocido. Perderse por sus bulliciosas calles es todo un espectáculo para la vista. Comienzas a recorrer su centro histórico, a las orillas del Lago de los Cuatro Cantones (Vierwaldstättersee) y no puedes dejar de mirar a sus coloridos edificios, tan repletos de detalles. En cada esquina o en cada fuente hay una pequeña sorpresa, algún pequeño duende, como yo, sólo visible para los visitantes curiosos, o nada menos que doscientos cisnes, que a mí me quieren picar y comer con esos picos tan grandes. Y, cómo no, me dio tiempo a alternar un poquito en las turísticas terrazas.
Pero cuidado, no seas muy escandaloso, que en Lucerna está el león más grande que yo haya visto jamás. Y  aunque esté dormido y sea de piedra, a mí me da un poquito de miedo... No me acerqué mucho.
Me encantaron también las murallas de Lucerna. De día y de noche. Por la noche, son preciosas, iluminadas. Por la mañana se pueden visitar, y mis pequeños piesecitos se cansaron de subir y bajar por sus nueve torreones, todos ellos únicos. Y sus pies, unas valientes vacas, a las que no les da miedo la cercanía del león. Eso sí, no eran moradas, como las del chocolate.
Pero sin duda lo que más me llamó la atención fueron esos preciosos puentes de madera, como yo, sobre el lago. Uno de ellos, es el más antiguo de Europa hecho en nuestro material. Lástima que se quemara otro hace unos años. Yo no me cansaba de recorrerlos, para arriba y para abajo, mirando las pinturas de madera, y deleitándome con las miles de flores de los tiestos que allí hay... hasta que me fijé mejor y me percaté de esas enormes arañotas de agua. ¡Son casi más grandes que yo!
Suerte que mi amiga Inma se percató de mi pánico y me rescató llevándome sobre su cabeza.
A por cierto, para los amantes de la cerveza, si la crisis no ha podido con ella, en la estación de trenes de Lucerna está una de las mayores y más completas tiendas de cervezas que he visto jamás. Yo compré varias, y algún abridor (de sueños, osea, de cervezas) y alguna jarrita de cristal.
En concreto, me acerqué a algunas cervezas suizas, como las Appenzeller. Hay varias clases, todas ellas muy sabrosas. Ummm. Salud.

Suiza VI: Brienz

En Briez me sentí como en casa. 
A orillas de un lago azul, todo son preciosas casitas de madera y sus numerosos talleres de escultura... de madera, claro. Pues eso, que Brienz destaca por tener uno de los lagos más limpios de Europa y ser la patria de la talla de madera, con un precioso museo, incluso. Da gusto ver a esos artesanos trabajando...
Lo malo es que no encontré aquí tampoco a mi princesa de madera... en fin.
A, y a mis compis les encantó lo concienciados que son estos suizos, y cómo lo reciclan absolutamente todo.

Etiquetas: 0 comentarios |

Suiza V: Interlaken








Interlaken (Entrelagos en castellano, como habrás adivinado) está en el centro de Suiza, entre los lagos Thum y Brienz. Por allí también pasa el río Aar, donde me hice esta foto. Se trata de un sitio eminentemente turístico, repleto de hoteles, tiendas, japoneses y americanos. Eso sí, el sitio es un poquito caro, así que si quieres dormir, vete en Interlaken, mejor vete a los pueblecitos de los alrededores.
Muy bonitas las montañas, valles y glaciares de su alrededor. Tengo que volver con más tiempo para perderme por ahí.

Etiquetas: 0 comentarios |

Suiza IV: Frutigen




Y después de un día pleno de viajes y aventuras, llegó el merecido descanso del guerrero.
Fue en Frutigen, un precioso pueblecito entre las montañas. Desde allí compartimos todos algunas de las vistas más espectaculares de nuestra vida. Hay quien dice incluso que la manchita que se movía al fondo dando saltos era Heidi. Pero yo no lo tengo muy claro, porque mis ojos son de pintura sobre madera, y no acierto a ver tan bien como los humanos.
Se trata de la capital de la zona, con preciosas casas bajas y una naturaleza desbordante. También llama la atención el gran túnel y el puente que lleva el tren a través de las montañas.
Pero bueno, siguiendo el ejemplo de la serie, nos tiramos ladera abajo, tipo croqueta. Muy divertido, aunque si tus piernas y brazos son de cuerda, tienen el riesgo de mancharse de verde.
Mis amigas habían alquilado una preciosa casa de madera. ¡De madera, como yo!
Y finalmente, mi tiita Inma me hizo una cama, y allí puede descansar, previa lectura de unas páginas del Quijote, para seguir con el tema del día.
Etiquetas: 0 comentarios |

Suiza III: Thun

Cuando alguien me pregunta por qué me enamoré de Suiza, le hablo de Thun. Es un pueblecito de cuentos de hadas, muy cerca de Berna. De echo, porque no me dejaron, porque yo quería haber bajado nadando por el río Aare, que llega allí y se bifurca creando islas de ensueño...
En una ciudad así, fue inevitable que me convirtiera en caballero y viviera grandes aventuras, como las de Don Quijote. Fue en precioso castillo de Thum, al que llegué, como Indiana Jones, bajo tierra, jejeje.
Allí tuve un precioso caballo Clavileño, y salvé de las garras de un malvado oso a mis queridas compañeras de viaje. Eso sí, recorrí todas sus estancias, y no encontré princesa (jeje, estaba en Moscú).
Desde el castillo hay unas vistas espectaculares de la ciudad, de los Alpes, e incluso del lago.
Por cierto, que tampoco aquí me dejaron bañarme en el Aare, y eso que muchos niños se lanzaban desde los puentes al agua. ¡Si lo sé, no salvo a nadie del oso!

Etiquetas: , 0 comentarios |

Suiza I: Ginebra

Venga, dejamos ya los cotilleos, y vamos a lo nuestro. En los próximos días, so voy a ir contando poco a poco mi viaje a Suiza, del que ya os adelanté algo al hablar de mi amada Berna.
Llegué a Suiza en avión, vía Ginebra. Precisamente la única foto que tengo de allí (lo siento) es del aeropuerto. Una vez allí, alquilamos un coche. Suiza es un poco como yo, pequeño, pero grande. Bueno, que se puede recorrer sobre cuatro ruedas con facilidad. Además, la gasolina está más barata que en España.
Pero, ¡cuidado!, que como el piquito de Ginebra está metido en Francia, los dos aeropuertos están juntos, y puedes pasar de Francia a Suiza en pocos pasos. Bueno, es un lío curioso, jejeje.
De lo poco que vi de Ginebra, me parece una ciudad bonita, pero nada que ver que ese bucolismo que me ha encantado de toda Suiza. Ahí no encontrarás a mi amiga Heidi, sino las rentas del libro bien guardaditas en un banco.
Lo que me encantó es eso de poder jugar a ajedrez por la calle, mientras te paseas por los enormes tableros. ¡Las piezas son más grandes que yo!
A, y ese precioso puente sobre el lago Leman lleno de banderas. ¿Será por eso de que allí están las Naciones unidas?
Hoy es martes... El jueves os contaré mis aventuras en el castillo de Thum, donde luché con un fiero oso para defender a mis guapas compañeras de viaje. Si es que el que es valiente, es valiente...

Etiquetas: 1 comentarios |