Albacete

Después de conocer sus fiestas, nos acercamos, ahora sí, a la Nueva Yok de la Mancha, a Albacete, a una capital moderna y uno de los más importante ejes de comunicaciones, comercio e industria del país.
Yo me quedé con la imagen de una ciudad alegre y bulliciosa, con grandes espacios para el viandante, con muchas calles peatonales e innumerables parques y jardines.
Muestra de la importancia de la industria y el comercio en la ciudad es su Barrio de la Industria, nacido a consecuencia del crecimiento de la localidad. Y el Pasaje Lodares, una galería comercial y residencial ejemplo de arquitectura modernista de principios del siglo XX, un lugar precioso, para comprar, o para tomar un café modernista.
El pasaje de Lodares fue construido a imagen y semejanza de las galerías comerciales existentes en Italia. Su cubierta de hierro y cristal es un gran tragaluz que une las calles del Tinte y la calle Mayor. En el interior veremos figuras alegóricas que representan la Industria, la Riqueza de la Tierra, las Artes Poéticas y las Artes Liberales; además de numerosas cabezas de Mercurio, dios del comercio. También destacan sus dos puertas de hierro forjado.
Del patrimonio artístico de Albacete, vamos a destacar la catedral de San Juan Bautista y su Teatro Circo, que es el único de España y está declarado bien de interés cultural.
La Catedral, de estilo Renacentista-Barroco se construyó sobre un templo mudéjar. Declarada Bien de interés cultural el 26 de marzo de 1982, es uno de los elementos que ver en Albacete obligatoriamente. Su presencia exterior le confiere un gran atractivo, aunque su interior tampoco decepciona, con una mezcla de multitud de estilos mudéjar, gótico, renacentista, jónico, barroco, rococó y manierista. En la capilla dedicada a la Virgen de los Llanos tenemos una curiosa bóveda de crucería con linterna y en la sacristía unas hermosas pinturas murales del mismo siglo.
El Teatro Circo, inaugurado el 7 de septiembre de 1887 con capacidad para más de 1.000 personas. De estilo neo-mudéjar ha sido reformado en varias ocasiones. En 1993 fue adquirido por el Ayuntamiento como patrimonio público y dieron comienzo sus últimas obras de rehabilitación. Actualmente acoge todo tipo de representaciones.
Me gustó también el Edificio Fontecha. Hasta hace tiempo albergaba la sede de la Cámara de Comercio de la ciudad. Ahora se espera en poco tiempo se convierta en el Museo de Arte Realista de Albacete. Me encantó este hermoso palacete de principios del siglo XX en la Calle Ancha.
Llama la atención también la Diputación Provincial. El Palacio Provincial es de 1880. Se encuentra en un recinto conocido antiguamente como “Bosque del Altozano”. Su colorida fachada acompañada de un bonito reloj y hermosas columnas llamarán la atención del visitante. La construcción está rodeada por un jardín con reja de la época (todavía conserva algunas muescas de tiroteos realizados durante la Guerra Civil Española) y los materiales utilizados para la obra fueron la sillería, mampostería, mármol, jaspe y entarimados de pino. Yo me hice varias fotos con la rejería que lo envuelve.
Es espectacular el Museo de la Cuchillería de Albacete. En 1912 se construyó como la Casa de Hortelano. Tiene una llamativa fachada de cerámica verde y piedra, de estilo historicista ecléctico, está basada en influencias neogóticas con marcados acentos modernistas. Llaman la atención sus ventanas, con una loggia a la italiana, rematadas con pináculos, así como sus dos torrecillas asimétricas. También hay que destacar su puerta, con arco de medio punto con arquivoltas, y columnas adosadas con capiteles labrados. Un brillante ejemplo de la versatilidad de Daniel Rubio, el arquitecto que introdujo el modernismo en Albacete.
Y hablando de cuchillería, también me hice fotos con varias estatuas, como el Monumento al Cuchillero. Si algo caracteriza la ciudad de Albacete es su sector cuchillero. Los cuchillos y navajas de Albacete son famosos en el mundo entero. Esta estatua homenajea a dicho sector. Se inauguró en 1998, fabricada en bronce por Llanos Flores Madrona y Antonio Herrera García.
Decir que también dimos una vuelta por los parques de la ciudad, preciosos, y vimos algunas tiendas muy curiosas. Nos dio tiempo a salir, que en Albacete se sale muy bien. Es una ciudad con mucho ambiente y con muy buena gente, muy manchega y muy buena.
La localidad también cuenta con innumerables fiestas y tradiciones, entre las que destaca la Feria de Albacete, de la que ya os hemos hablado, declarada de interés turístico internacional y que se celebra del 7 al 17 de septiembre en honor a la Virgen de Los Llanos.
Y no podemos despedirnos sin hablar del Festival Internacional de Cine (Abycine), que terminó el pasado domingo. Han sido en total nueve días de cine, aunque es ya más que un festival de cine. Hay conciertos, cortos y concursos. Este año ha cerrado Abycine Candela Peña, nada menos.


Feria de Albacete

El final del verano es en muchos puntos de Castilla-La Mancha el momento de sus fiestas y celebraciones. Entre todas ellas, vamos a destacar una feria, que es realmente impresionante y destaca, yo diría, a nivel nacional, por sus celebraciones y la abundancia de gente. Se trata de la Feria de Albacete, que desde el año 2008 es considerada fiesta de Interés Turístico Internacional (aunque allí como digas fiesta, te miran mal). Para que os hagáis una idea de la importancia de la Feria, decir que este año ha cumplido su edición XXXVI, nada menos, aunque se tiene noticias de fiestas allí desde 1200; y que tiene una afluencia de dos millones y medio de personas, que es cinco veces la población de la ciudad.
La tradición, dicen, es quedar en la Feria en el pincho. Aunque hay mucha gente, todos se encuentran allí, es muy curioso. Yo no podía ser menos.
La Feria en Albacete dura lo que está la Virgen de los Llanos, que es la patrona de la ciudad, en los redondeles o la sartén, que es el histórico recinto ferial. Normalmente es entre el 7 y el 17 de septiembre, es decir, durante diez días y once noches, en los que hay fiestas, tapas, competiciones deportivas, comidas, conciertos, de todo un poco.
A los redondeles hay que entrar, dicen, con el pie derecho, en mi caso, con el muñón. Os tengo que confesar que yo siempre me pierdo dentro, no sé cómo se orientan. Los redondeles son, deciros, el recinto ferial, donde siempre están los puestos en el mismo sitio. Y la Virgen, claro, también en su lugar. Decir que el monumento es de 1783.
¿Qué hacen ahí dentro los albaceteños? Una cosa típica es tomarse un vino dulce con un canutillo. Hay que subirse a la noria, que es enorme. Mis amigos suelen ir siempre a echar en las tómbolas de Caritas, a ver si les toca un perrito piloto, una planta o una botella de vino. Comer, me recomiendan que vayamos a comer fuera de la Feria de Albacete, a las casetas, que están en una enorme explanada. Lo típico es comer caracoles. Las casetas están ya en verano, antes de la Feria, pero en esta época, toda la avenida está llena de puestos y tómbolas.
Dentro de la feria, hay todo tipo de puestos, que te venden cuero, pulseras, libros, abalorios y, por supuesto, navajas de Albacete. Hay espacios de comida rápida y los bares de Albacete tienen allí su espacio. También, hay stands de entidades sociales comprometidas con la ciudad.
Hay que destacar la cabalgata, en la que la gente se viste de manchego, y lo viven muchísimo. A cada uno le gusta salir en su asociación. La Cabalgata de la Feria de Albacete es uno de los eventos más importantes de la Feria. Su misión es trasladar la imagen de la Virgen de Los Llanos al Recinto Ferial, culminando con la apertura de la puerta principal (o Puerta de Hierros) del recinto. La apertura se celebra por la noche desde 1909. En la cabalgata desfila del orden de un centenar de carrozas acompañadas por charangas, por manchegas ataviadas con el traje típico (de manchega, de serrana o de espigadora), por numerosas peñas y bandas de música que interpretan los temas más conocidos del panorama musical de fiestas. No faltan las típicas botas de vino y cuerda y platos de comida que se degustan durante la marcha de las peñas.
Al día siguiente, llega la Batalla de Flores. Es una cabalgata que desfila con las mismas carrozas que la cabalgata de apertura, y los albaceteños con los mismos trajes. Desfilan manchegas y manchegos con los trajes típicos o con el atuendo de las peñas. Lanzan serpentinas y confetis.
Es muy típico 'tardear', claro está, ir a la Feria por la tarde. En realidad, quedan a comer en las tascas, y después, por el mojito, que yo me lo tomé en Amnistía Internacional, un puesto muy reconocido. Es tradición también a mediatarde un miguelito de La Roda con sidra. En el templete, que es el centro de los redondeles, están los puestos de miguelitos y de sidra, entre otros. Allí la música no para nunca. A mí personalmente, me gustó más la fiesta de día que la de noche.
Decir que el miércoles es el día infantil, en el que todos los niños pueden disfrutar a un precio asequible de todas las atracciones.
Recuerdo con mucho cariño el templete de la sartén, con fiestas a todas horas. A quien le guste, que sepa que en el redondel del centro también hay vaquillas de madrugada. En la carpa de los Ejidos hay conciertos, muchos de ellos gratuitos. No quiero olvidarme de los churros con chocolate, la feria de artesanía o el desfile de caballos.
Deciros que es difícil encontrar alojamiento en fin de semana, y hay muchísima gente. Así que nos recomiendan los del lugar que vayamos entre semana. Un buen día es el 8, que es fiesta local, y si no cae en fin de semana, está muy bien de público, de gente de Albacete, pero no está tan saturado.

Camino de Santiago II: Espinal


Espinal es el pueblo al que acudía Ernest Hemingway días antes de San Fermín. Allí pescaba trucha en el río Irati. Sus vivencias en este rincón del Pirineo quedaron reflejadas en su novela "Fiesta", publicada en 1926.
Pasamos Espinal, pueblo del que primero nos llama la atención esa iglesia rara, tan nórdica, con un tejado gigante de pizarra a dos aguas, en el que se abren varias ventanas abuardilladas. Es de 1961
Espinal es un pueblo-calle de los Pirineos, por la que pasa el Camino de Santiago. Es una única calle, pero tremendamente cuidada, con caserones vascos preciosos, de vigas de madera, enormes, repletos de plantas.
Ese día no dormimos en albergue, sino en un camping. Vamos para allá. Después damos una vuelta por el pueblo. Resulta que están de fiesta, y nos encontramos con unos gigantes y cabezones muy vistosos. Nos hacemos fotos con ellos. Lástima que se perdieran. Las fiestas de San Bartolomé comienzan el 24 de agosto, y todavía duraban. Como las fiestas son en honor a este santo nos vamos a ver si iglesia.
También nos da tiempo a ver, en un parque en cerro junto al cementerio, estelas funerarias de distintos tipos y épocas. Son creaciones de arte popular que identifican las tumbas de cada casa. Se componen de un pie trapezoidal y de un disco superior decorado muchas veces por anverso, reverso e incluso por el canto. En Espinal se han recuperado y catalogado 25, que datan de los siglos XVII y XVIII, que actualmente conforman este verdadero museo al aire libre.
Cenamos bravas con jamón, y después volvimos al camping. Oye, vaya camino, lleno de babosas. Lo peor fue que tuvimos que dormir en el camping acompañados por dos guiris.
A la mañana siguiente, nos levantamos a las siete de la mañana, y no tenemos desayuno. Por la calle de Espinal, la gente sigue de fiesta. Unos chavales nos preguntan de dónde somos y gritan aquello de "gora Toledo independiente". Quedan bastantes borrachos.
Al salir de la llanura del pueblo, empezamos a subir por colinas. Nos encontramos puertas al Camino. Son puertas para evitar que el ganado se escape de las fincas. Hay muchas vacas. Según amanece, fotografiamos muchos caballos. Es todo precioso. Por allí desayunamos, y comenzamos a ver gente, mucha.

Arquitectura Negra VI: Majaelrayo

Con Majaelrayo cerramos nuestro paso por la Arquitectura Negra de Guadalajara. Pensaba que había perdido todas las fotos de esta localidad cuando se nos estropeó la tarjeta. Pero no, he conseguido dos que tenía en facebook.
Como os decíamos al hablar de Campillo de Ranas, llegamos a Majaelrayo porque nos perdimos. Íbamos hacia el Burgo de Osma y nos perdimos. El GPS nos mandó primero por una carretera que estaba deshecha. Después, nos metemos por un descenso espectacular, en vía de cemento, con esquirlas de pizarra en los bordes. La vista es preciosa, una cuesta empinada y larga, llena de curvas imposibles. Pasamos por un puente también de pizarra y la cuesta arriba no es ni mucho menos tan peligrosa como la bajada. Después el GPS nos mete por una pista forestal; primero kilómetro y medio, después aproximadamente nueve. El sitio también es tremendamente bonito, un bosque entre la montaña. Creo que desde entonces, tendré polvo en el coche por toda la eternidad. En un momento dado, se nos cruza Bambi por delante. ¡Suerte que no corríamos!
La pista sale a la carretera en una curva, en la que el GPS nos dice que sigamos recto. Interpretamos que es a la derecha. La carretera es también una pasada, incluso invadida por la vegetación, entre montañas. Justo al entrar, perdemos el GPS y nos extraña que no lleguemos a una rotonda que nos había anunciado. Después de un rato, vemos un pueblo negro. ¡Qué raro! Al momento, un cruce hacia Tamajón y Majaelrayo.
Allí vamos, y paramos en el primer bar, nos imaginamos que el único. El chaval lo flipa con el GPS, aunque ya están acostumbrados por allí. El caso que es estamos al lado de Campillo después de hora y media en el coche. El bar está genial, con un montón de entradas de conciertos heavies. Allí comemos y después vemos el pueblo. Al menos, habíamos pasado una bonita aventura y hemos visto una carretera, nos informan allí, de las más bonitas de España.
Estamos a mil doscientos metros, en plena sierra de Ayllón, en una de las laderas del Ocejón. Majaelrayo es uno de los principales pueblos de la arquitectura negra por su urbanismo y sus tradiciones folclóricas ancestrales, lo que le convierte en parada obligatoria. Casi todo su conjunto está formado por edificaciones características y bien conservadas, ya sabéis, casitas totalmente negras, hechas de pizarra, con pizarra en los suelos, pizarra en los tejados , en los cerramientos y pizarras incluso en las verjas de separación de fincas. Porque lo que distingue a Majaelrayo de otras localidades de la zona es que las casas de este pueblo tienen corrales y patios delanteros, no están tan pegadas. Muchas son de dos plantas, con bonitas balconadas.
En cuanto a los monumentos, destaca tan sólo la parroquia de San Juan Bautista. En esta iglesia con dos porches adosados en el lado sur, ambos con estructura de madera, uno como protección de la entrada y, el otro, como atrio de estancia y reunión con un banco corrido en sus tres lados. En el muro de los pies se levanta la espadaña, triangular, muy esbelta con dos huecos para campanas, construido con mampostería de pizarra y rematada con sillares de piedra blanca.
La economía de Majaelrayo históricamente se ha basado en la ganadería y en la explotación del bosque para fabricación de carbón vegetal. En 2008 eran pocos los habitantes que residían de forma permanentemente en el lugar, pero en los últimos años el municipio ha recuperado algo de población. Hoy son casi un centenar.
Decir que Majaelrayo está rodeado de parajes singulares entre los que destacan el Pico Ocejón (2.058 metros), al que se puede ascender desde el pueblo, el pico Campachuelo, algo más bajo que el Ocejón, la Ribera del río Jaramilla y el Arroyo y Cascada de la Matilla. En cuanto a la fauna y flora del lugar presenta especies cinegéticas mayores y menores, así como varias especies de aves rapaces, junto con robles, carrascos, fresnos, abedules, tejos, sauces, chopos, carrizos, avellanos y plantas aromáticas.
En cuanto a las fiestas, nos acercamos a las del Santo Niño. Se celebra el primer domingo de septiembre. En ella participan ocho danzantes, además de seis guías, seis guardas y un director de baile. Se visten los danzantes con una saya blanca almidonada, pantalones y blusa del mismo color. Llevan a cabo diversas danzas ante la iglesia y en otros lugares del pueblo. Es una fiesta considerada de Interés Turístico Regional.
Después de ver el pueblo, volvemos por la bonita carretera, tomamos correctamente la curva equivocada, y hacia Castilla y León, a Riaza.

Arquitectura Negra V: Campillo de Ranas

Legamos a Campillo de Ranas ya tarde. Íbamos preocupados por la gente de la casa rural La Era de la Tía Donata. 
Aunque María, la dueña, una chica muy simpática, nos había dicho que no nos preocupáramos, que en el pueblo estaban de fiesta, y si no estaban allí, les teníamos que buscar en las pistas de baloncesto, donde estaban echando unos partidos. Ni que decir tiene, claro, que no hay cobertura en el pueblo.
Nosotros aprovechamos para dar un rápido paseo por la localidad. Era más grande que El Espinar, y nos gustó muchísimo. Como los demás pueblos del entorno, Campillo es una preciosa muestra de arquitectura negra, con todas sus casa, calles y tapias de pizarra. Pero también tiene algo más. Campillo es acogedor. Tiene vida, tiene familias, tiene niños jugando al baloncesto y gente muy sana, desde los vecinos de toda la vida, a los que lo han dejado todo y se han ido a vivir a este paraíso en la montaña.
Eran fiestas, había baile, bares abiertos (lo cual era una novedad ese día) y encima, lluvia de estrellas. Pero la casa rural y sus dueños era tan acogedores, que decidimos quedarnos allí, disfrutando del entorno.
A la mañana siguiente, con energías renovadas, seguimos los concejos de don Camilo, y conocimos Campillo de Ranas de día. De día de resaca, con casi nadie en la calle y todo cerrado, pero de día. Bueno, con el pueblo para nosotros.
Campillo es uno de los rincones más atractivos de la comarca. Y está más adaptado para el turismo. El que no haya cobertura, quizás sea hasta una ventaja. Hay varias casas rurales, algún restaurante y bares, tiendas y artesanos, y hasta un planillo turístico. Existe hasta un pequeño museo de miniaturas, en el que un artista local reproduce viviendas de la arquitectura negra.
Saliendo de La Era de la Tía Donata, comenzamos nuestra visita por la pista de baloncesto, que está en las antiguas eras. Desde allí, tenemos unas vistas preciosas del pueblo. Muy cerca está la iglesia de María Magdalena, cuya torre se ha convertido en el símbolo de la comarca. Justo en frente de la misma, encontramos el único horno exterior que aún hoy se conserva.
Bajamos por la calle de la Iglesia, pasando por la plaza Mayor, hasta el Ayuntamiento. Nos quedamos con ganas de comprar miel, pero claro, era el día después de la gran fiesta, y ni escucharon que llamamos al timbre. Las casas residenciales son una pasada.
Dando un pequeño rodeo, empieza a oler mal. Llegamos a una vaquería. Estamos en las afueras del pueblo, tenemos que pasar por una puerta de ganado y nos aceramos al arroyo. Allí podemos ver unas vistas preciosas a los huertos y, al fondo, la montaña. Podemos parar un momento y disfrutar de la naturaleza, quizás comer algo de fruta.
Si continuamos dando la vuelta, nos encontramos varios endrinos, que es el árbol con cuya fruta se hace el pacharán. Después vemos varias zarzamoras y un bosque de encinas y robles. En unos metros, volvemos a la plaza Mayor, de allí a la era, y nos vamos camino de Burgo de Osma.
Nos quedamos con las ganas de ver el Roble Hueco, que es un símbolo del pueblo, a sus afueras, junto a unas bonitas urbanizaciones, que siguen el estilo de la arquitectura negra.
Decir que el camino fue toda una aventura, y que sin cobertura ni GPS, atravesamos una bonita carretera, la mayor cuesta por la que he pasado, y después por casi veinte kilómetros de pistas forestales, varias horas para acabar en Majaelrayo, a escasos kilómetros de Campillo. Al menos el recorrido valió la pena.



Frigiliana


Vamos con otro pueblo con encanto, en este caso, con Frigiliana, una preciosa localidad de la Axarquía malagueña, muy blanquita, que aunque está muy cerca de Nerja, tiene un paisaje montañoso de lujo.

Es una pequeña alhaja blanquita, que casi se puede ver en una mañana. Lo ideal es dejarse perder por sus calles y disfrutar. Es un lugar da callejones y adarves, y también de vistas panorámicas preciosas. Todo ello, con una historia magnífica, basada en las tres culturas.
Además, la comida y la bebida son excepcionales en Frigiliana.
Nosotros hicimos una rápida parada, y vimos allí una la II Concentración Motera de la villa, que fue la caña. También comimos de forma maravillosa, aunque nos tuvimos que ir por motivos de salud, ya sabéis, un tanto de insolación.



Camino de Santiago I: Roncesvalles

¿Os he contado ya la mala suerte que tengo con el Camino de Santiago?
Dos veces que lo he empezado, dos veces que he terminado por perder gran parte de las fotos. Eso me pasó por lo menos en las primeras etapas.
Suerte que, por lo menos, guardé unas fotillos en las redes sociales. Así que todavía os puedo contar algún recuerdo. 

Comenzamos por Roncesvalles.
¡Y resulta que Roncesvalles es Navarra! ¡Y yo que creía que era Francia! El chaval de la oficina de turismo parecía entre divertido y ofendido por mi pregunta.
Roncesvalles no es ni un pueblo, apenas una aldea (25 habitantes nos dijeron).
Vamos a desayunar en condiciones y nos dirigimos bajo la lluvia a la colegiata. Primero habíamos preguntado en el albergue si se podían quedar con las mochilas y no se hicieron responsables. Me impresionaron las cristaleras. Durante todo el día, sol, lluvia y viento fueron intermitentes.
Había dejado de llover y fuimos al museo. Resulta que eran las 12,05 y había salido un grupo, así que a esperar. Pudimos ver la tienda, luego el claustro y la tumba de Sancho IV. Como al salir llovía, nos refugiamos en la colegiata, hasta que escampó y pudimos hacer más fotos exteriores, ya sabéis, fotos que se nos perdieron. Después, a la vuelta, guiados por una leona morenaza, vimos el museo. Lo más destacado era el relicario denominado 'Ajedrez de Carlomagno', famoso por lo visto por el libro de El Ocho. También están allí las cadenas que originaron el escudo de Navarra. Al margen de alguna pintura muy corrientita, poco más nos llamó la atención. Ni siquiera las monedas que se exponían eran buenas.
La ermita de Santiago me llamó la atención por su interior más que nada. Y para los morbosos queda el Silo de Carlomagno. Allí estaban mirando las calaveras.
Antes de empezar el Camino, nos sellaron en el albergue, y empezamos a camina por un bosque de hallas, una senda preciosa, para empezar, de lo más bonito que he visto.
Es el 'Bosque de Sorginaritzaga' o 'Bosque de Las Brujas'.
A unos tres kilómetros, está la Cruz de Roldán, el primero de los hitos que nos encontramos en el Camino, repuesta en 2006, donde ya en el siglo XV ya estuvo allí otra cruz similar, donde se supone que murió el caballero francés de leyenda. Desde allí, caminamos hasta Burguete, pueblo en el que decidimos comer. Era una pasada, con sus casas señoriales y sus blasones; casi todo en torno a una calle, con sendas canalizaciones de agua a sus lados. Hay multitud de flores y plantas en las casas, todo muy europeo.