Mi nuevo destino es Colombia, la tierra del café, la coca y las guerrillas, aunque por ahora apenas se les nota, así pues, tranquilidad. Me decidí salir para acá porque es un país emergente y con muchas posibilidades de futuro y esperanza. Quiero romper tópicos y lo haré según vaya relatando. También es que mi amigo Óscar se ha pillado un peazo viaje de escándalo por estos lares y yo no pude evitar no ir (más que nada, porque me metieron en la mochila).
Salí el domingo con destino a Bogotá, previa escala en Atlanta. Diez horas de vuelo hasta suelo de los Estados Unidos, cuatro comidas en el avión, tres horas más de escala en Atlanta, pero eso se pasa rápido por los tres o cuatro controles. Me han pasado rayos x como nunca. Si me sale una rama, ya sabéis por qué. Hay una cabina que te desnuda por rayos, descalzo y con una posición de ballet.
Luego me hice una foto con una niña que no paraba de darme besos, jejeje.
A continuación, otro vuelo de casi cinco horas, ya en un Boing 737, nada que ver con el primer 747. Además, allí no tenía asiento asignado desde Barajas, y me veía en la bodega del avión, de polizón. Pero no, tuve asiento, el último, pero siento.
A continuación, otro vuelo de casi cinco horas, ya en un Boing 737, nada que ver con el primer 747. Además, allí no tenía asiento asignado desde Barajas, y me veía en la bodega del avión, de polizón. Pero no, tuve asiento, el último, pero siento.
Llegamos al hostel Musicology de Bogotá y, surprisses, surprisses. Pensábamos que era la decadencia, pues las guías hablaban de diseño.
Muchos detalles, aventuras y aventuras ya la primera noche. Ya os daré cuenta más tarde.
Y en la mañana, una rebaja en el checkout, pero los precios no eran tan baratos para un hostel.
Publicar un comentario