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Las Lagunas de Ruidera

Coincidiendo con el IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, nos acercamos hoy a una ruta cervantina, que nos va a llevar por las Lagunas de Ruidera, unas lagunas a las que se acercaron Quijote y Sancho tras salir de las bodas de Camacho y camino de la Cueva de Montesinos, siguiendo el rastro de una leyenda.
Nos cuenta el Quijote que quinientos años de encantamiento en la cueva de Montesinos acabaron con la paciencia de las hijas y las sobrinas de doña Ruidera. El mago Merlín se vio apenado por sus llantos y les devolvió la libertad convirtiéndolas en lagunas. El escudero de Durandarte se libró también del hechizo, pero con el aspecto de un río que lleva su nombre, Guadiana.
Las lagunas son uno de los mejores lugares para bañarse en Castilla-La Mancha. Nosotros lo hubiéramos hecho, pero fuimos en febrero, y no sólo no nos hizo bueno, sino que nos llovió, nos granizó y nos nevó. Fue un bonito fin de semana con una casa de chimenea, amigos, el perro más bonito del mundo, que es Aquiles, y varias excursiones entre lluvia y granizo.
Después de una noche de juegos (nos gustaría decir que jugamos al mus, que es más castizo, pero lo hicimos al Ciudadelas, que es más moderno, pero también te hace pensar mucho), el sábado nos levantamos tarde. Salimos a comprar pan y, ojo, decir que a partir de las dos no hay pan en Ruidera, más allá de algún bar, donde son muy amables.
Nos acercamos a la Laguna del Rey a disfrutar de las vistas, precisas, con un cielo encapotados, y unos gansos muy simpáticos. La laguna del Rey es la segunda en tamaño, con una longitud de un kilómetro y una superficie de 33,72 hectáreas. La gente de allí dice que tiene "en los barrancos más hondos más de treinta metros".
De allí, ya bajo la lluvia, vamos andando hacia el Hundimiento. Se trata de una maravilla natural, una hondonada forjada por la caída de aguas del desborde de las lagunas, en el que se observa una preciosa cascada. Sólo por acudir al Hundimiento, merecía la pena el fin de semana.
Nos hubiera gustado seguir por la ruta de las Hazadillas, ver las barreras tobáceas o todo desde lo alto de la Mesa del Almendral, una bonita ruta, pero lluvia arreciaba y decidimos volver a los juegos al calor de la lumbre. No me preguntes qué son las barreras tobáceas, que no lo tengo muy claro. Sé que es lo que separa cada laguna, y tiene que ver con los líquenes, con los sedimentos y con las caídas de agua. Las más modernas, al parecer, tienen diez mil años.
El domingo amaneció con sol, y como yo tenía muchas ganas de andar, propuse hacer una rutita. ¡Menos mal que no me hicieron caso! Fuimos en coche, y gracias, porque nos cayó una enorme granizada. Fuimos primero a la laguna Batana, donde Aquiles se asomaba orgulloso, como el Rey León.
La laguna Batana, recibe este nombre porque al final de la misma existía un batán de construcción antigua. Tiene unos cierres tobáceos de gran belleza. Muy cerca de sus orillas hay un pequeño pinar que sirve de idílico lugar cerca del agua a los excursionistas. Nosotros, a la ida, lo disfrutamos con Aquiles. A la vuelta, menos mal que los pinos nos protegieron. Lo hicimos corriendo. En los márgenes de la Batana mana agua por conductos subterráneos. En época de lluvia y en primavera suele recibir aguas vertidas desde la laguna Santo Morcillo, que forman unas hermosas cascadas de más de diez metros de altura.
Después nos acercamos en coche a la Laguna de la Lengua, preciosa, con sus caídas de agua. Allí hicimos incluso fotos de 360 grados. Pero nos empezó a granizar y tuvimos que meternos corriendo en el coche. La laguna de la Lengua es una de las más espectaculares del parque. Mide 1.400 metros de longitud por 250 metros de ancho. Es por lo tanto muy alargada, lo que posiblemente le dé su nombre. En esta laguna se abren las denominadas "Cuevas de Madrid" que son un conjunto de oquedades que sirvieron de alojamiento a familias obreras en época de construcción de las centrales eléctricas de Santa Elena y canales asociados.
A la laguna de San Pedro sólo llegamos para una foto y salir corriendo. Cuenta con arenas de playa y colonias permanentes de patos, una pena; no pudimos disfrutarlos. Al mal  tiempo, se nos unió las prisas, porque teníamos cosas que hacer, y Don Quijote sólo estuvo una hora allí y se le hicieron tres días, así que nos volvimos.
Nada, que tenemos que volver en verano, bañarnos, verlo todo y acercarnos a la cueva de Montesinos.

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