Esto es un experimento sociológico. Esa al menos era nuestra intención, cuando decidimos ir a pasar la nochevieja en Sevilla; conocer cómo se vive la fiesta en otras ciudades. Y la verdad es que mereció mucho la pena.
Decir que la nochevieja fue muy similar a la de otras ciudades, pero la experiencia fue gratificante. Os cuento.




Nos enteramos por el camino y nos fuimos a tomar las uvas a la plaza Nueva, donde se viven las campanadas de maravilla. Totalmente recomendable. No hace frío, y además no hay agobios, como los que puede haber en la puerta del Sol de Madrid.
Después de eso, nos metimos a celebrar el año nuevo (20119 en una discoteca. El lugar no estaba mal. Nada del otro mundo. Lo mejor, la compañía.
Al día siguiente, descansamos mucho, y salimos ya de noche a dar una vuelta. Llamé a mi amigo Íñigo, que hacía tiempo que no lo veía, y es de esas personas que apetece ver. Un gran cicerone, nos enseñó todo y nos trató genial.
Fuimos con él a la Alameda de Hércules, donde visitamos varios bares de todos los estilos. A alguno le dijimos que ya era día 2, y que estaba prohibido fumar, y no nos hicieron caso, así que nos enfadamos.
Así que después de otra gran noche, con pocas energías y voces bastante dañadas, aprovechamos nuestro último día en Sevilla para conocer uno de los lugares más bonitos del mundo: la plaza de España.
Genial, la plaza de España. Nos hicimos mil fotos, cada uno en su provincia favorita. No me extraña que el lugar salga hasta en el episodio II de Star Wars.
Nos marchaos de Sevilla con buen sabor de boca y ganas de más (la verdad es que volvimos).Para otra ocasión, os contaré mis aventuras en la Feria de Abril. Pero esa es otra historia.
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