Pero lo mejor de todo es que la visita me la hizo de día y de noche, lo cual me deja una visión doble de esta increíble ciudad. Por el día es cálidamente gélida, no sé si he visto unas murallas más hermosas en mi corta vida, pero auguro que un día de estos marcho a oriente.
Arriba se pueden ver también las iglesias, una por cada puerta de acceso al casco; pero lo más impresionante es ver como la Catedral forma parte de la propia muralla (la verdad es que no es un templo muy llamativo, pero sí la forma de su cimborrio y el poder ver dentro de ella tres estilos arquitectónicos diferentes).
Dejo de extenderme en lo meramente artístico y os avanzo que la noche no está nada mal, pero me dijo el tito que son los jueves los días que más marcha tiene la ciudad (y no va el muy capullo y me lleva el sábado… con lo que me gusta a mí el pirriaque!).
Además, es una de las ciudades en las que la tapa te sale por la face, lo cual es de agradecer en estos tiempos (lo pinchos suelen ser generosos y, encima, tú eliges el que quieras). Hay, por cierto, un bar de copas –el Delicatessen- en el que nada más entrar te encuentras un salón al revés, parece que estás en el hiperespacio, y como lleves una copa de más ni te cuento.
Por si no lo he dicho, Ávila es la caña, ¿no lo he dicho? Pues lo digo: es la caña. ¿Os queda claro? Es LA CAÑA
La verdad es que tengo pendiente desde hace mucho un viaje a Ávila, mira que lo tenemos cerca, y ahora después de leer que Pumuky ha estado allí, espero no retrasarlo más
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