Doña Jimena IV: Mora




Después de Almonacid y Mascaraque, Pumuka, nuestros amigos y yo nos desplazamos hasta Mora de Toledo. No es un pueblo que tenga grandes monumentos, pero sí destaca en esta ruta por su antiguo castillo en reconstrucción.
Mora está en el que, dicen, es el mayor olivar de Castilla-La Mancha, y no te puedes ir sin probar su magnífico aceite. En la Casa de la Encomienda hay un museo del Molino Aceitero.
A nosotros nos gustó mucho su ayuntamiento. Al parecer, lo construyeron en los años veinte, y tiene algunas similitudes con la estación de trenes neomudéjar de Toledo. Lo que nos llamó la atención, sobre todo, fue esa extraña cúpula que lo corona. ¡Quizás podrían estar allí doña Jimena y su fantasma secuestrador! No, no hubo tanta suerte.
También nos dio tiempo a ver rápidamente la iglesia parroquial y el convento de San Eugenio, ambos del siglo XVI, nada menos, y algunas de sus bonitas casas solariegas.
Fue allí donde nos encontramos con Óscar y Lourdes, que iban acompañados de mis buenas amigas Sofía, Alejandra y Cristina. Mora tiene fama en la zona de tener unos churros muy buenos, y nosotros aprovechamos la visita para desayunar otra vez. Pero en la plaza tuvimos una mala experiencia: cuando entramos al bar, estaban fumando. Aunque rápidamente, supongo que cuando vieron a las niñas, apagaron. Para la próxima, me han hablado de la churrería del comunista, a la que tenemos que ir a probar los churros.
Tras reponer fuerzas, seguimos la búsqueda de nuestra amiga. Como la cosa iba de castillos, no pudimos evitar acercarnos al de Mora, el de Peñas Negras.
Su historia comienza en el siglo X. Perteneció a la taifa toledana, y fue testigo de luchas entre cristianos y musulmanes, ya que era lugar importante para asegurar por el sur a la ciudad de Toledo. Tras su conquista, fue entregado a la Orden de Santiago para la defensa y repoblación de la zona. Para llegar al castillo de Peñas Negras tienes que subir una empinada cuesta, pero al final llegas sin dificultades a la puerta. Una vez allí, te sorprende ver en un poste de la ruta del Quijote que la ruta está adaptada para personas con discapacidad. Estamos, según consta en el poste, a una cota de ochocientos metros.
Por cierto, un consejo: no hagáis como mi amigo Xavi, que intentó entrar al castillo desde las piedras que hay detrás y en un momento dado no podía ni subir, ni bajar. ¡Yo pensaba que tendría que llamar a un helicóptero!
La fortaleza es larga y estrecha, y en cierta forma recuerda a un barco, con la torre del homenaje al fondo. Se alza sobre un alto y áspero cerro rocoso, desde el que tenemos una vista inmejorable de toda la comarca, con sus nieblas en invierto y sus preciosos anocheceres mirando al pueblo; y siempre, siempre, por debajo un ejército de olivos que sitian al castillo desde tiempos inmemoriales.
Si por el oeste el recinto parece inexpugnable, por sus muros y la empinada cuesta, por el este lo protege un profundo foso. Pero no os engañéis, precisamente la dificultad del muro oriental lo hace más atractivo, y es lugar habitual de escalada. Recientemente, se ha descubierto por allí una especie de puerta secreta con escalera de caracol, de la que sólo se conservan tres peldaños. Nosotros miramos curiosos, por si se escondía allí nuestra Jimena, pero hubo forma. Lo que sí encontramos cerca del foso fue una enorme culebra, que yo creo que se asustó más que nosotros y se dejó casi caer al vacío.
Entramos al castillo por el norte, y desde allí hay ya creada una entrada por encima del foso. Parece que, poco a poco, van rehabilitando el castillo, y cada vez que voy para allá me encuentro algo más. Junto a una alargada habitación, que es el patio de armas, en el recinto principal destacan la torre del homenaje, dividida en dos partes, y la atalaya sur. En el primero, quedan restos de antiguas torres, y la entrada a un túnel, hoy tapado, que conducía a unas estancias subterráneas.
He dicho que parece que van restaurando el castillo poco a poco, pero no por eso deja de ser peligroso, como se insiste en continuas señales. Hacedlas caso si visitáis la fortaleza. Viendo que no encontrábamos a nuestra amiga y que aquello se ponía peligroso, decidimos abandonar Mora y seguir nuestra aventura.
Por cierto, decir que, al menos durante unos años, se ha celebrado en el castillo el festival de teatro Peñas Negras. Pero no he encontrado información del mismo más allá de 2013. Habrá que estar atentos a ver si este julio se repite.
Y no podemos irnos de Mora sin recomendar su Fiesta del Olivo, declarada de Interés Turístico. Se celebra el último fin de semana de abril y conmemora las fiestas que tradicionalmente celebraban cada una de las cuadrillas de aceituneros al término de la recolección.




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