

Me encantó, para empezar, esa enorme muralla rojiza entre jardines que rodea la Lucca histórica, repleta ciclistas de paseo, como toda la ciudad. Sus iglesias románicas son magníficas, al igual que sus palacios renacentistas. Pero Lucca tiene un nosequé especial, un espíritu propio, quizás atemporal y desde luego ajeno a esa Italia sucia, llena de turistas y un tanto estresante que rodea la ciudad.

Y para terminar, unos consejos. El albergue juvenil de la ciudad, un antiguo hotel, es uno de los mejores que he visitado. Lo malo es que separan a chicos y chicas.
Y el segundo: alquila una bici por algún tiempo y visita la ciudad a pedales, cual autoctono. Merece la pena.
Así que ya sabes, el día perfecto puede ser Pissa por la mañana y

Y sí, probé una cerveza en Lucca, en la plaza-anfiteatro, por la noche, la Peroni.
La verdad, qué buenos recuerdos me trae Lucca, con las bicis en plan "Verano Azul" buscando a Chanquete.
ResponderEliminarcon acento en la a