Me dice la tiita Mária que cuando hable de Évora (no confundir con la antigua Ébora en Sanlúcar, ni con los Cinebora, en Talavera de la Reina) no me olvide de mencionar el Hotel Dom Fernando. Es precioso, te tratan bien, tiene grandes aparcamientos gratuitos en el exterior, y te devuelven gratis todo lo que te olvidas.
Sobre Évora, decir que se puede visitar al volver de Portugal, como hice yo, al ir para allá, o simplemente como base de referencia para conocer la región portuguesa del Alentejo, que tiene unos pueblos preciosos que yo me quedé con ganas de conocer.
Évora en sí es una pequeña ciudad que ha ido aglutinando obras de arte a lo largo de los tiempos. Me encantó la el templo romano de Artemisa, que conserva una docena de columnas con mármol de Estremoz. Desde la misma plaza del Conde Villa Flor puedes ver a lo lejos la impresionante silueta de la catedral romano-gótica. Sin moverte del sitio, puedes encontrar varios museos y hasta la biblioteca. También hay preciosas vistas del pueblecito con sus casas blancas.
Si andas un poco, puedes encontrar el inicio del acueducto del siglo XVI. Al pincipio, los arcos no miden más de medio metro, pero son gigantescos a la salida de la ciudad. Me llamó la atención que no dejan que los coches pasen por debajo; es que hay muchas casas construidas entre sus arcos.
Además, me gustaron la iglesia de Gracia y el convento de San Francisco (me quedé con ganas de ver la capilla dos ossos, decorada con cientos de tíbias y calaberas), que me pillaban de paso entre el hotel y la plaza de Giraldo, muy típica...
La muralla de Évora es impresionante. Lástima que la estropeen con luminosos orteras. Y fuera de la muralla, por todos lados, me sorprendió el número de aparcamientos disuasorios que existe.
En el exterior, destacar el conjunto megalítico de los Almendres, y otros pueblos del Alentejo, como Estremoz.
Sobre Évora, decir que se puede visitar al volver de Portugal, como hice yo, al ir para allá, o simplemente como base de referencia para conocer la región portuguesa del Alentejo, que tiene unos pueblos preciosos que yo me quedé con ganas de conocer.
Évora en sí es una pequeña ciudad que ha ido aglutinando obras de arte a lo largo de los tiempos. Me encantó la el templo romano de Artemisa, que conserva una docena de columnas con mármol de Estremoz. Desde la misma plaza del Conde Villa Flor puedes ver a lo lejos la impresionante silueta de la catedral romano-gótica. Sin moverte del sitio, puedes encontrar varios museos y hasta la biblioteca. También hay preciosas vistas del pueblecito con sus casas blancas.
Si andas un poco, puedes encontrar el inicio del acueducto del siglo XVI. Al pincipio, los arcos no miden más de medio metro, pero son gigantescos a la salida de la ciudad. Me llamó la atención que no dejan que los coches pasen por debajo; es que hay muchas casas construidas entre sus arcos.
Además, me gustaron la iglesia de Gracia y el convento de San Francisco (me quedé con ganas de ver la capilla dos ossos, decorada con cientos de tíbias y calaberas), que me pillaban de paso entre el hotel y la plaza de Giraldo, muy típica...
La muralla de Évora es impresionante. Lástima que la estropeen con luminosos orteras. Y fuera de la muralla, por todos lados, me sorprendió el número de aparcamientos disuasorios que existe.
En el exterior, destacar el conjunto megalítico de los Almendres, y otros pueblos del Alentejo, como Estremoz.
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