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Viaje a la Alcarria IV: Trillo

"La cascada de Cifuentes es una hermosa cola de caballo, de unos quince o veinte metros de altura, de agua espumeante y rugidora. Sus márgenes están rodeadas de pájaros, que se pasan el día silvando. El sitio para hacer una casa es muy bonito, incluso demasiado bonito"


¡Trillo! ¡Sí, Trillo! ¡Donde la central nuclear!
Mientras va por la carretera y lo piensa, Pumuky Viajero no puede evitar preguntarse cómo coño le han convencido para dormir allí.
Más aún cuando comienza a divisar a lo lejos la central, como fantasmagórica al principio, iluminada, y poco a poco se va convirtiendo en un temor mucho mayor. Igual que Cela en su día se vio, digamos escamado, por la leprosería, este muñeco, que es de madera y no puede pillar la lepra, teme al principio por la central. ¡Cuán tonto hubiera sido de no conocer Trillo!
Pues la noche, al final, se convierte en algo mágico.
Pumuky Viajero llega a Trillo confundido. No es que le confunda la noche, bueno eso también, sino El Viaje a la Alcarria de Cela, que para entonces ya había leído. Le confunde que Cela llega primero a Cifuentes, y le confunde leer que Cifuentes tiene mucho agua y que el río forma cascadas. Luego el río, el de la cascada, que se llama Cifuentes.
Pumuky hace como Cela. Llega de noche a Trillo, deshace la maleta y se va a pasear. No sabe lo que se va a encontrar, y será por el rechazo inicial que le producía lo de la central, o porque después del día intenso ya se había plantado ni salir; el caso es que cuando sale a pasear, se queda realmente absorto con lo que ve:
En medio del pueblo, en plena caminata. se encuentra con la cascada del río Cifuentes, una preciosa caída de agua en pleno pueblo que convierten el lugar en una maravilla de cuento.
Poco más adelante, el Cifuentes llega al majestuoso Tajo, y sus aguas van a morir a Murcia, a algún campo de golf. Pero la corta vida de este río es una maravilla de juventud encabritada y orgullosa.
Pumuky y sus amigos se hacen mil fotos de noche junto a la cascada y el precioso puente sobre el orgulloso Tajo. Es un puente antiguo, del siglo XVI, y un puente con suerte, que ha logrado sobrevivir a varias guerras. El grupo decide ahí no seguir los pasos de Cela. No se va de copas, que quiere madrugar al día siguiente. Así que Pumuky tendrá que volver otro día a Trillo para conocer su noche en otro sentido.

A la mañana, ¡cómo no! El grupo vuelve a la cascada y el puente. Son preciosos, no se cansan de verlos. No consiguen entrar en la iglesia parroquial, también del siglo XVI, pero les hubiera gustado, en vista de lo imponente que se ve desde fuera, a los pies del Cifuentes. Se trata de un templo renacentista, inspirado en el mudéjar. Los molinos de agua quizás sean del XII. Están relacionado con don Juan Manuel, el autor del Conde de  Lucanor. ¡Valla viaje literario!
Les cuesta ponerse en marcha, divisar las tetas del Viana, donde dice la leyenda que los brujos hacían sus aquelarres. Y muy cerca nos encontramos con los restos de los antiguos restos de los baños que fundó Carlos III, y en los que se bañó Jovellanos Seguimos nuestro andar literario.
Y es que dicen que aquellas aguas del Trillo tienen virtudes curativas. No faltaría más...


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