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Viaje a la Alcarria VI: Budia

"Budia es un pueblo grande, con casas antiguas, con un pasado probablemente esplendoroso. Las calles tienen nombres nobles, sonoros -calle Real, calle de Boteros, calle de la Estepa, calle del Hastial, calle del Bronce, de la Lechuza, del Hospital-, y en ellas los viejos palacio moribundos arrastran con cierta dignidad sus piedras de escudo, sus macizos portalones, sus inmensas tristes ventanas cerradas"


Poco disfruta el grupo en Budia y Durón, que tan sólo visita de paso hacia Sacedón. Es una pena, porque son pueblos bonitos, pero entre la falta de tiempo, la lluvia y la carretera complicada...
De hecho, en realidad no pensaban parar y la marioneta viajera, que está barajando planillos y folletos informativos propuso dos rápidas paradas, en realidad tres, porque también insiste en El Olivar, pero no le hacen caso. Van con tanta prisa, que en Budia Pumuky sólo se hace una foto, en la iglesia parroquial de San Pedro Apostol. Los foteros se entretienen más haciendo juegos con el agua de lluvia sobre las hojas y flores.
Budia es el pueblo al que Cela llega tras una tormenta. En la posada no le dan de comer, todo va de mal en peor, hasta que se encuentra con su amigo el viajante, Martín, que conoció en Trillo. Martín le lleva donde cenar y donde dormir, y cree que Cela está haciendo una guía de alcaldes y comerciantes de la provincia. Después de descansar como un señor, visita al padre de un amigo, que es el médico de Budia, y con él se pone morado de galletas y jerez. No era tonto, no, don Camilo.
Curiosamente, el grupo llega también a Budia después de una tormenta, y se dedica a hacer fotografías de naturaleza mojada. Budia tiene dos cosas magníficas, como son su pasado esplendoroso, que le ha dejado lleno de casas señoriales, y un emplazamiento de montaña en  plena naturaleza espectacular. Es casi un pueblo para jubilarse y disfrutar.
A Cela le parece que la plaza del Ayuntamiento tiene cierto aire moro, y quizás no le falta razón. El pueblo es incluso anterior a la dominación musulmana y, por supuesto, se nota en su arquitectura de calles estrechas.
La que ve es la plaza de España, donde está situado el Ayuntamiento, del siglo XVI, aunque  algunas de sus altas columnas de la galería son de la época de los Reyes Católicos. a su lado, un pórtico y una la gran fuente, también del XVI. El médico que conoce don Camilo tiene un tratado de las fuentes del pueblo, que tiene varias, y de agua muy buena, al menos aquel entonces.
La mayoría de los caserones, en cambio, son de los siglos XVII y XVIII. En su calle principal destacan la Casa de los Condes de Romanones, también denominada de los Romos, coronada de un escudo nobiliario. La Casa Palacio del Obispo Catalina es un edificio de grandes dimensiones del siglo XVII que muestra una portada de piedra sillar con pilastras laterales rematada también con escudos nobiliarios. Otras casas nobiliarias son la Casa de la Parra, que fue antigua hospedería y fonda, la Casa del Duende, Casa de los López Hidalgo, que muestra el bello blasón tallado de este apellido, procedente del señorío de Molina.
Pero el grupo no da demasiadas vueltas, y disfruta ámpliamente de la parroquia de San Pedro Apostol. ¿Adivináis? del XVI, realizado en sillarejo y sillares en basas y esquinas. Su portada, precedida de un atrio descubierto y orientada a mediodía, es un extraordinario ejemplo de estilo plateresco en la Alcarria. Hay que destacar las cabezas de San Pedro, de tamaño natural, colocadas en los lados. Su interior es de tres naves, con coro alto a los pies. Desapareció en la Guerra Civil su magnífico retablo mayor.
Se pierden, por lo tanto, los viajeros la visita del valle que desciende hasta el Tajo desde el lugar llamado La Nevera, junto al Convento de los Carmelitas. En cualquier época del año tiene una belleza muy singular y se ven, cómo no, las Tetas del Viana; que ya sabéis, muchos las ven y pocos las tocan.

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